Algo de historia

Los primeros pasos:

1854 – La Provincia de Buenos Aires adjudica a la Sociedad Anónima del Camino de Fierro al Oeste la concesión para construir una línea férrea con rumbo al pago de San José de Flores.

1856 – Se construyen en los talleres Wilson, Inglaterra, las dos locomotoras para nuestro primer ferrocarril: La Porteña y La Argentina.  A La Porteña se la conocía como “La Osa Negra de Crimea” por haber participado en la guerra que se desarrolló en la península asiática entre 1854 y 1856.  Pero si tenemos en cuenta su fecha de construcción, su fecha de arribo a Buenos Aires a principios de 1857 y los lentos medios de navegación de la época, deducimos que hubiese sido imposible su traslado de Asia a nuestro país en tan poco tiempo.  Además, la trocha del ferrocarril de Crimea era de 1818 mm y La Porteña llegó aquí para circular en nuestra trocha de 1676 mm, y “retrocharla” hubiera implicado una reparación pesada en el país de origen.

"La Porteña" junto a su gemela "La Argentina" fueron las dos primeras locomotoras en circular en nuestro país.

1857 – El primer edificio de la Estación Del Parque ya estaba construido en la manzana que hoy ocupa el Teatro Colón.
Las vías cruzaban la Plaza del Parque y se dirigían hacia el fin de la línea, La Floresta, a 9,8 km de distancia.
En uno de los viajes de prueba, durante el mes de agosto, a pocos metros de la estación Del Parque, la locomotora descarriló y sólo causó algunas heridas entre unos pocos pasajeros.


La Estación Del Parque, ubicada en el sitio que hoy ocupa el Teatro Colón

29 de agosto - Se realizó el viaje inaugural.
Ambas máquinas lucían sobre sus calderas flores obsequiadas por distinguidas damas, pero la locomotora elegida para correr con el primer tren fue La Porteña, y no La Argentina, debido a que Buenos Aires se encontraba políticamente dividida del resto de la Confederación y con ese gesto se destacaba más a los porteños.
Al acto inaugural asistieron el gobernador de Buenos Aires, Valentín Alsina, el General Mitre, Domingo Sarmiento y otros invitados especiales.

1871 – Se desata la epidemia de fiebre amarilla en el barrio de San Telmo, que comienza a cobrarse gran cantidad de vidas.  Las familias más pudientes comienzan a alejarse de la ciudad dando origen a los afincamientos que luego serían importantes pueblos como Adrogué, Lomas de Zamora, Olivos, San Isidro, San Fernando y otros.
La saturación de los cementerios existentes obliga al gobierno a crear el Cementerio de la Chacarita.  Debido a la distancia se hizo necesario construir un nuevo ramal ferroviario para trasladar los ataúdes hasta el nuevo cementerio.  La estación Bermejo, en proximidades de la estación Del Parque, es llamada “estación fúnebre”, desde donde partía el servicio hasta la Chacarita.
John Allan, el maquinista que años antes tuviera la distinción de conducir a La Porteña en su viaje inaugural, fue el conductor que el 14 de abril de 1871 llevara al primer tren hasta el cementerio, también arrastrado por la misma Porteña.
El 17 de abril del mismo año cae, victima de la fiebre amarilla, el mismo John Allan, y es enterrado en La Recoleta.
Allan había nacido en Liverpool, 37 años antes, y participó además en la construcción de nuestro primer ferrocarril.

La red comienza a crecer:

A fines del siglo XIX los ferrocarriles rodeaban los barrios más cercanos al puerto de Buenos Aires, que hasta esos años estaba conformado por largos muelles que se internaban en las aguas bajas y pantanosas del Río de la Plata.

Al centro se ubicaba la estación del Parque, que años más tarde se levantaría, dejando la función de terminal a la estación Once.

Los talleres Centroamérica se ubicaban en el punto de unión de la línea principal del F. C. Oeste con el ramal a la Chacarita y la conexión al F. C. del Norte.

Desde la zona de Once partía hacia el sur el “ramal de la basura”, que terminaba en el, ya predestinado, Riachuelo.

En 1862 se habilitó la sección Retiro – Belgrano del Ferrocarril del Norte.  Un precario edificio fue el punto de partida de la línea, que corría sobre la actual traza de la Av. Libertador, en la zona de Retiro.  Desde este punto hasta la misma Casa de Gobierno, el mismo ferrocarril instaló el primer “tranway” (a caballo) argentino, para acercar a los pasajeros al centro mismo de la ciudad.  Tanto la vía del tranvía, como la del tren, corrían paralelas a la costa del río.  En 1865 el F. C. Buenos Aires y Puerto de Ensenada inaugura su primer tramo entre la estación Venezuela (a pocas cuadras hacia el sur de la Casa de Gobierno) y la estación 3 Esquinas (en el Barrio de Barracas al Norte), esta línea fue extendiéndose hacia el sur, y, pasando por Quilmes llegó a la Ensenada del Barragán, que era el único puerto natural de la costa del Río de la Plata.


La Aduana Nueva (recientemente la Sra. Pesidenta inauguró en sus ruinas el Museo del Bicentenario); la Casa de Gobierno (apenas se insinúa a la derecha de la foto), y el bello edificio de la Estación Central prefabricado en chapa y madera.  La costa de Buenos Aires en una postal muy distinta a la actualidad, con el río De la Plata excepcionalmente crecido.


Para 1875 el F. C. del Norte y el F. C. B. A. P. E. ya habían concretado la unión de sus vías en la nueva estación Central, que era un hermoso edificio prefabricado en Inglaterra de chapa acanalada, madera y hierro, ubicado sobre el Paseo de Julio, actual avenida L. N. Alem, junto a la Casa de Gobierno y a la Aduana Nueva (una gran construcción semicircular desde donde se desprendía un largo muelle para las cargas).


 
El viaducto de hierro que unía La Boca (al fondo) con la Estación Central, construido por el Ferrocarril Buenos Aires y Puerto de Ensenada.


Durante años, la estación Central fue el punto de partida de los viajes en tren hacia Córdoba, debiendo realizarse combinaciones con vapores desde el puerto de Tigre (donde finalizaba la línea del F. C. del Norte), que remontaban el río Paraná hasta Campana, puerto que era unido con Rosario por las vías del Ferrocarril Buenos Aires y Campana (luego, ya extendido, F. C. Buenos Aires y Rosario).  Recién allí el viaje continuaba por el, ya más familiar, F. C. Central Argentino.


La Estación Central, cerca de su final, con Puerto Madero en construcción (a la izquierda), la Aduana Nueva (al centro) y Casa de Gobierno (derecha).  Los trenes en primer plano son los que partían hacía el norte (Belgrano y Tigre).


El edificio de la estación Central queda totalmente destruido en un incendio en el año 1897 (en su lugar, años más tarde se construye el Correo Central), y los ferrocarriles debieron cambiar sus terminales, ya que una ley de la ciudad impedía que las líneas del tren siguieran atravesando la zona central.  Imprevistamente, Retiro volvió a ser estación terminal, y recién en 1909 se comenzó con la construcción del gran edificio actual.  El F. C. del Norte fue absorbido años antes por el F. C. Central Argentino, antes de que este último se fusionara por el F. C. Buenos Aires y Rosario conformando la empresa que llegara con el nombre de Central Argentino a la época de la nacionalización.

Hacia el sur la historia fue otra.  Mientras el ferrocarril del Norte crecía en todo tipo de tráficos, el F. C. B. A. P. E. se encontró con la imposibilidad de llegar al centro de la ciudad (por el incendio de la estación Central) y como cabecera quedó una pobre y mal ubicada estación en el Barrio de la Boca, Casa Amarilla.
Para esos años, el puerto de la Plata (ya capital provincial desde la década del 80) había proyectado su nuevo puerto en un punto más cercano a la nueva ciudad, y el puerto de la Ensenada había perdido su movimiento.
El F. C. Oeste, aún en manos de la provincia de Buenos Aires, ya alcanzaba, para fin del siglo XIX, con sus vías a la capital provincial.  La provincia le vende al F. C. del Sur casi todas sus líneas y este las administra como una empresa aparte denominada F. C. Oeste, que también llega a la época de la nacionalización.
El F. C. del Sur había nacido en el año 1864, cuando inauguró su primer tramo entre Plaza Constitución y el pueblo de Jeppener (actual vía a Mar del Plata).  La nueva administración de la empresa inglesa en la zona de La Plata incorpora al, ya muy pobre, F. C. Buenos Aires y Puerto de Ensenada a la red del F. C. del Sur.

Del Central Argentino al Mitre:

Mientras en Buenos Aires se inauguraba el primer ferrocarril argentino, el gobierno de la Confederación encargaba el estudio técnico de una línea que uniera a la capital cordobesa con la ciudad de Rosario.  El Ing. Campbell entrega los resultados del estudio al gobierno en un corto plazo, pero la concesión, que favoreció a William Wheelwright, para encarar la obra y explotar el ferrocarril recién logró culminar la unión de ambas ciudades con la inauguración del último tramo entre Villa Nueva (hoy Villa María) y la ciudad de Córdoba en 1870.
El avance de la empresa inglesa sobre la tierra argentina no fue una genuina inversión del capital europeo.  Por el contrario, el Estado favoreció a la empresa con empréstitos, garantías y derechos de expropiación.  Las vías se tendieron sobre tierras vírgenes que quedaban, a la fuerza, en propiedad del ferrocarril.

Un decreto de la Provincia de Buenos Aires permite que en 1876 se inaugure la línea férrea entre Buenos Aires y Campana. 
El F. C. Central Argentino adquiere en 1889 el F. C. del Norte y para conectar este ferrocarril, que ya unía a la Ciudad de Buenos Aires con el puerto del delta, construye líneas propias y adquiere algunas del F. C. Oeste que la provincia de Buenos Aires estaba repartiendo entre las empresas inglesas.
Habiendo extendido sus líneas el F. C. Buenos Aires y Campana cambia su nombre por Buenos Aires y Rosario, destino que alcanza en 1885.  Desde 1893 el Buenos Aires y Rosario y el Central Argentino compitieron en un trayecto en común con líneas separadas a escasos metros de distancia.
La estación Central (frente a Casa de Gobierno, sobre la costa del Río de la Plata) fue el punto de partida de los viajes que combinaban vapores por el Paraná y ferrocarriles rivales hacia Córdoba, hasta su incendio en 1897.  En la zona de Retiro, desde ese año, quedaron ubicadas a pocos metros entre una y otra, las terminales de ambos ferrocarriles.
La fusión de ambas empresas, o mejor dicho, la compra del Central Argentino por el Buenos Aires a Rosario, se produjo en 1903.
En agosto de 1915 se inaugura el nuevo y monumental edificio de la estación Retiro que reemplazó a las viejas terminales.

El 18 de mayo de 1870 se libra el servicio de trenes hasta la Ciudad de Córdoba, la concesión fue otorgada por el gobierno de la Confederación en 1863.  Pero la primer concesión ferroviaria del gobierno de Córdoba fue el Ferrocarril de Córdoba al Malagueño, otorgada al Sr. Estanislao Ferreira, que ya había adquirido 60 Km. de vías usadas al F. C. Central Norte (línea estatal que unió Córdoba con Tucumán).
La línea hasta las canteras de cal de Malagueño se construyó con una trocha de 75 cm. y el 1ro. de noviembre de 1885 se libra al servicio de cargas y pasajeros.  La traza original del Malagueño salía hacia el sur de la estación Córdoba del Central Argentino en proximidades de la actual avenida Madrid, entre el barrio Crisol y el Parque Sarmiento y Ciudad de las Artes.  El terraplén de esta vieja vía retenía el agua como un embalse y en 1890 cedió provocando varias muertes.
En 1907 el Malagueño es adquirido por el Central Argentino, cambia su trocha original por la ancha y corre el problemático trazado hacia el este donde actualmente se ubica.


La trocha angosta:



El origen de este tipo de ferrocarriles se remonta a un trabajo de una empresa privada, la Compañía Telfener, por cuenta del Estado.

Se trata de la línea de Córdoba a Tucumán, cuya habilitación total se concretó el 30 de octubre de 1876.  Para 1890 este ferrocarril, denominado Central Norte, que arrancaba en la misma estación Córdoba del Central Argentino, ya sumaba con todos sus ramales 547 Km. Su tráfico de cargas resultó sumamente beneficioso para la economía del ferrocarril inglés, ya que complementaba su tendido hacia el norte.  El ferrocarril siguió creciendo con nuevos ramales, pero el Estado vende a la empresa inglesa Ferrocarril Central Córdoba los 547 Km. de vías originales.  Todos los nuevos tendidos de vías al norte de Tucumán siguieron en manos del Estado con el nombre de Ferrocarril Central Norte, el que a lo largo de los años siguió incorporando líneas propias y de empresas privadas como por ejemplo el Ferrocarril de San Cristóbal (Santa Fe) a Tucumán.

A pocos metros de la estación Alta Córdoba del FCCC se ubicaba otra estación con igual nombre, pero perteneciente al Ferrocarril Córdoba al Noroeste, que fue una concesión otorgada a Otto Bemberg y Compañía.  El recorrido total hasta Cruz del Eje quedó habilitado en 1892.

Este pequeño ferrocarril, más conocido como Tren de las Sierras, es explotado desde 1901 por el F. C. Central Córdoba, hasta que el Estado Nacional lo adquiere en 1909.

Por otro lado, en 1890 se concreta el primer tramo del ferrocarril de Deán Funes a Chilecito, que en 1898 paso a llamarse Ferrocarril Argentino del Norte, que comprendió también la unión de Deán Funes con Laguna Paiva (Santa Fe), obra concretada por esta empresa estatal en 1890.

En 1908 se crea la Administración General de los Ferrocarriles del Estado que agrupó en una misma empresa estatal las líneas de trocha angosta entre Laguna Paiva, Catamarca y La Rioja (ex Argentino del Norte) y las líneas al norte y sudeste de Tucumán (ex Central Norte), bajo el nombre de Ferrocarril Central Norte Argentino.
Por los mismos años el Central Córdoba, en manos inglesas, ya había logrado unir Córdoba con Rosario y ésta con la terminal de Retiro, mediante la construcción de varios ferrocarriles, que solo pudieron unificarse como una sola empresa en 1913.
 Desde ese momento el Central Córdoba hace varios intentos por adquirir las líneas del Estado, pero luego de varias maniobras económicas del capital inglés, es el Estado el que adquiere al ferrocarril extranjero en 1938.
Con la nacionalización de los ferrocarriles entre 1948 y 1958 se conforma el Ferrocarril Nacional Belgrano con todos los ramales de trocha angosta.

La red de nuestros ferrocarriles, ayer y hoy:

Además de las trochas angosta (1 m entre rieles), media (1,435 m) y ancha (1,676 m), nuestros ferrocarriles contaron también con líneas de 75 cm de trocha, como el F. C. Económico Correntino, La Trochita, el ex Central de Chubut, el ramal de Lapachito (Chaco).
Se tendieron cientos de ferrocarriles industriales de trochas de 60 y 75 cm, entre los que podemos citar al de Río Turbio, a los tantos ramales forestales de Chaco y Santa Fé, a los de las canteras cordobesas y a los de las tabacaleras y azucareras de las provincias del norte.
Emprendimientos estatales, empréstitos, empresas y capitales europeos con desmedido “apoyo” local y oficial, exportación de materia prima, importación de manufacturados, colonias y fomento, explotación minera y forestal, control oficial de tarifas ferroviarias, concesiones excesivas, competencia innecesaria, superposición de tendidos de vías, etc…
…el resultado: la red ferroviaria más extensa de Sudamérica, crecimiento de las zonas rurales, integración de los pueblos, industria y capacitación de personal, grandes talleres, puntualidad inglesa y lujo en los servicios, nacionalización de los ferrocarriles, propaganda política, falta de planificación, deterioro, clausura, estado empresario y déficit, cierre de ramales, privatización y concesión, capital privado, Estado contralor y falta de control, subsidios y falta de inversión, despidos, mal servicio, provincias ausentes, otra vez promesas, Estado ausente otra vez, falta de planificación otra vez, y sigue…

Nacionalizados los ferrocarriles en 1948, el Estado se encuentra con una red sobredimensionada.  Distintas líneas convergían en los mismos puertos y servían a las mismas ciudades, antes justificadas por la competencia entre empresas, pero ahora resultando una carga inútil sobre las arcas de la Nación.  En la década del 50 las industrias automotrices, petroleras y financieras antepusieron sus intereses sobre cualquier plan de racionalización y planificación del transporte en nuestro país, recayendo su presión en las políticas del Estado en los años siguientes.
La política de racionalización ferroviaria comienza a insinuarse durante el Plan Prebisch de la Revolución Libertadora (1955), pero adquiere mayor dimensión a partir de 1958, durante el gobierno de A. Frondizi, cuando se aceleran las inversiones extranjeras en la industria automotriz, y se aplica el Plan Larkin.
El General Thomas Larkin fue un representante del Banco Mundial, entidad que había acordado con el ministro de economía Alvaro Alzogaray el envío de una comisión de estudios.
Los técnicos, encabezados por Larkin, aconsejaban levantar el 50% de la red ferroviaria argentina.
El plan se pone en marcha con la clausura de los primeros ramales, pero queda sin efecto con la caída de Frondizi en marzo de 1962.
Los 44.000 Kms. que había alcanzado la red en 1958, se redujeron a 41.500 hasta 1976, merced al efecto de los diferentes planes que sucedieron al de Larkin, aunque menos devastadores: Plan Nacional de Desarrollo (gobierno de Illia), Plan de Reestructuración Nacional (gobierno de Ongania) y el Plan de Mediano Plaza (gobierno de Levingston).  En este período se decreta la clausura de nuestro ramal Guiñazú-Unquillo).
Los decretos de racionalización de la última dictadura militar redujeron la red a 34.000 Kms.
El gobierno de Alfonsín reimplantó algunos servicios, concluyó la electrificación del F. C. Roca, construyó el puente Encarnación-Posadas (eliminando el último servicio de ferrys), e intentó un proceso de concesión de servicios, dejando en manos del Estado la tutela de la infraestructura.  La dura reacción gremial y la falta de apoyo político dejaron sin efecto este proyecto.  Por supuesto, las críticas más duras provenían de la oposición, que habiendo triunfado en las elecciones de 1989, se animó con un plan mucho más audaz, algo así como un remate.
La reacción gremial esta vez no pudo con la envestida oficial contra el ferrocarril: “ramal que para, ramal que cierra”.  Y desde 1991 hasta 1995 los ramales rentables (con servicios de carga) fueron entregados en concesión al capital privado, dejando en manos de los gobiernos provinciales la operación de los servicios sociales de pasajeros (que muy pocas afrontaron), y reservando al Estado Nacional el control de las concesiones, tarea que nunca fue capaz de realizar.  El resultado de este proceso fue alcanzar niveles de subsidios muy superiores al déficit del ferrocarril estatal, con menos servicios, menos empleo y menos infraestructura.
Hoy la supuesta contracara del Menemismo, el actual gobierno de Cristina Kirchner, promete inversión y obras para revertir la falta de atención oficial en los ferrocarriles, pero las demagógicas reaperturas y las faraónicas inversiones promocionadas (el Tren Bala a Buenos Aires - Córdoba, por ejemplo) quedan diluídas en una eterna falta de planificación que parece ser el karma del ferrocarril argentino.